La problemática financiera de las TIC
La justificación financiera
De forma muy ampliar, evaluar un proyecto o una inversión implica medir su contribución al objetivo financiero de la empresa, considerando las entradas y salidas de tesorería, el tiempo, el coste de la financiación y el riesgo.
Esto implica dos presunciones básicas: i) es posible medir de forma razonablemente objetiva el valor de la empresa; y ii) puede establecerse una relación de causalidad definida entre los cambios del valor y las decisiones de inversión.
Las primeras inversiones en TIC estaban destinadas a la automatización, en otras palabras a la sustitución del trabajo humano por procesos basados en ordenador. La evaluación de un proyecto como este es relativamente sencilla: basta con comprobar que la inversión requerida, más las cargas operativas y de mantenimiento, es inferior a los gastos actuales de personal y administración; puede haber algunas ventajas adicionales, como la aceleración de los procesos o la reducción de los errores, pero el ahorro directo suele ser suficiente para justificar el proyecto.
El paradigma de aplicación de las TIC era en este momento similar al de otras innovaciones que, como el maquinismo y los métodos de producción en masa o la energía eléctrica, tenían un impacto directo e inmediato sobre la productividad: aumentaban el nivel de producción, facilitaban la explotación de economías de escala, etc.
Como sabemos, con el paso del tiempo estos proyectos se hicieron más complejos. Las organizaciones empezaron a desarrollar infraestructuras de ámbito corporativo que creaban puentes entre las islas de automatización y añadían funcionalidades orientadas a la gestión, no solo modelos sino también herramientas para la comunicación electrónica o el trabajo de grupo. La inversión acumulada en TIC era ya relevante, por su cuantía agregada y por su importancia para las operaciones de las empresas, y algunos investigadores se plantearon medir cuál era la contribución de estas infraestructuras.
Adoptaron como regresando (la variable a explicar) la productividad agregada, es decir, la relación por cociente entre los valores de los inputs y de los outputs de las economías occidentales, y trataron de contrastar la siguiente hipótesis: hay una relación positiva entre la inversión en TIC y el comportamiento de la productividad agregada. Inesperadamente, no se halló relación alguna.
Al margen de su relevancia académica, estos resultados eran profundamente perturbadores, porque las empresas (y los propios países) estaban invirtiendo cantidades exorbitantes en infraestructuras y recursos TIC. ¿Acaso esas inversiones eran estériles?
“A la vista de gran y creciente gasto en tecnologías de la información y su importancia crítica potencial, claramente la evaluación y control de las inversiones en tecnologías de la información se convierte en una tarea de dirección vital” (Willcoks, 1994: 2)
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