La (inexistente) "paradoja de la productividad"
Solow y la paradoja de la productividad
Loveman (1994) realizó uno de los primeros estudios sistemáticos encaminados a confirmar la existencia (o ausencia) de efectos financieros asociados a un modelo econométrico pionero destinado a contrastar el impacto de las TI sobre el nivel de producción; previamente, Morrison y Berndt (1990) habían examinado el efecto sobre los márgenes de ventas y Siegel y Griliches (1991) la influencia de la inversión en TI sobre la variación de la productividad multifactorial a lo largo de la década de 1980. Ninguno de ellos halló evidencias que corroborasen la contribución de las TIC, y es en este contexto donde Robert Solow formula el comentario que dio pie a la paradoja: los ordenadores están en todas partes, excepto en las estadísticas sobre productividad. Muchos otros trabajos tampoco hallaron evidencias concluyentes (entre otros Strassman, 1990; Noyelle, 1990; Roach, 1991; Brynjolfsson y Hitt, 1993), y todo esto contribuyó a desarrollar la idea de que el retorno sobre la inversión en recursos de ayuda basados en ordenador tiende a ser bajo y marginal, cuando no negativo (Alavi y Joachimstaler, 1992; p. 96).
Sin embargo muchas de las evidencias obtenidas sugerían que las TIC tenía una dinámica financiera peculiar. Por ejemplo Cron y Sobol (1983) no habían hallado efectos sistemáticos de signo positivo asociados al empleo de TIC; pero observaron que estas inversiones amplificaban la (des)ventaja inicial de cada empresa. Harris y Kaatz (1989) comunicaron que los proyectos intensivos en TIC generaban efectos financieros a medio y largo plazo y sugirieron la posibilidad de que fuesen precisas sinergias con otros activos. Estos resultados planteaban la posibilidad de que la paradoja fuese un simple espejismo estadístico, incluso que estuviese causada por un error de modelo.
La "paradoja", explicada
La controversia sobre la productividad está ampliamente sobrepasada por el progreso reciente en la investigación; sin embargo conserva interés como catalizador de la reflexión en el análisis de inversiones y la valoración de empresas intensivas en TIC e intangibles. Lo cierto es que todavía no hemos consolidado un cuerpo de conocimiento coherente y normativo que pueda guiar las decisiones en estas áreas; buena prueba de ello es la persistente dificultad para valorar objetivamente ciertos tipos de negocios.
Considere, por ejemplo, la compra de WhatsApp por Facebook, que suscitó opiniones claramente polarizadas: mientras algunos analistas consideraban que el precio pagado era simplemente descabellado (y esgrimían la ausencia de expectativas claras de tesorería) otros entendían que era moderado, incluso conservador.
Se han propuesto varias explicaciones para la "paradoja":
- La hipótesis del error de medición / error de modelo: explorar la relación entre la productividad y las inversiones en TIC implica asumir que el resto de variables tiene una incidencia marginal, ya que no están presentes explícitamente en el modelo como regresores o variables de control. Lo cierto es que la productividad (obsérvese, nos referimos a la productividad agregada) depende de múltiples variables y procesos (demanda, variación de los precios en la economía, inflación, cambios macroeconómicos, etc.) en general alejados de las TIC. Además, cuando se explora esa relación a partir de series temporales, implícitamente se exige que todos esos factores macroeconómicos son estacionarios: el crecimiento económico de postguerra fue extraordinaria y atípicamente intenso, y no cabe duda de que se explica por factores excepcionales. Una alternativa en este sentido es el empleo de variables alternativas a la productividad: hemos comprobado que el uso de determinados recursos TIC, y las sinergias desplegadas entre ellos, tienen un efecto medible sobre la competitividad de las empresas, y también sobre su supervivencia - entendida como el tiempo medio de vida que se estima hasta un evento de fracaso o extinción -.
- Formalmente, la productividad es la ratio entre el consumo de factores y la producción, ambos medidos en unidades físicas homogéneas; cuando calculamos la ratio entre el coste de los factores y el valor de la producción realmente estamos analizando la economicidad, que depende de la productividad pero también de los costes y precios unitarios respectivos. Es posible que en determinadas situaciones las inversiones en TIC puedan alterar esos costes y precios (considere el caso del comercio electrónico), pero sería preciso delimitar la influencia de factores externos como la inflación. Otro aspecto relevante es el tiempo: es dudoso que las TIC pudiesen haber llegado a causar estos efectos cuando se formularon los estudios, en los ochenta y noventa; sin embargo, hay evidencia de que el grado de adopción de recursos TIC en las operaciones y la presencia en Internet, entre otros, están relacionados con niveles diferentes de productividad, también signos de efectos medibles en la rentabilidad.
- La dualidad operativo - estratégica de las inversiones en TIC. En su configuración actual, las TIC no están específicamente orientadas a mejorar la productividad. Los sistemas de información combinan una faceta transaccional (capturar, gestionar y distribuir datos) con funciones generales relativas a la toma de decisiones, el soporte a los procesos de negocios, la innovación y la gestión del conocimiento, de manera que su perfil financiero tienen es más complejo que el de un proyecto individualizado.La necesidad de sinergias. Las TIC poseen un perfil facilitador más marcado que otras inversiones: proporcionan oportunidades para cambiar, innovar o mejorar, pero el éxito de estos proyectos requiere la concurrencia de habilidades y aptitudes de gestión. El uso del enfoque de recursos y capacidades y la adopción de medidas comprensivas como la competitividad o la supervivencia han permitido detectar y medir rigurosamente la incidencia de las TIC.
- Los procesos de adaptación empresarial. Como ocurrió con otras innovaciones previas (por ejemplo la adopción de la electricidad), las empresas deben reorganizar sus procesos internos, especialmente en el caso de la industria, modificar los sistemas de control, incluso adaptar sus propias estructuras organizativas; es probable que se requiera también un proceso de adquisición de destrezas, en definitiva un período de aprendizaje. Todo ello se traduce en retardos en la aparición de ventajas financieras, que podemos medir y formalizar mediante modelos de corte temporal como los de supervivencia.
- Las utilidades intangibles. El empleo de recursos TIC, y de manera más amplia los servicios y funcionalidades del sistema de información, no genera solo beneficios tangibles, objetivos y cuantificables: por el contrario, probablemente las utilidades más relevantes (aprendizaje, transferencia de conocimiento, colaboración, etc.) se proyectan a medio y largo plazo y no tienen un reflejo directo en los estados contables, ni en el resultado. La productividad no captura estas utilidades, de manera que estaría infravalorando la contribución de los recursos TIC.
¿Qué es, entonces, la "paradoja"?
Lo verdaderamente desafiante de la paradoja es que sugiere la existencia de una irregularidad en los indicadores que empleamos para establecer la efectuabilidad de las inversiones en TI.
Cuando evaluamos inversiones, lo hacemos empleando ciertos indicadores o modelos que expresan la contribución de esos proyectos al objetivo financiero; necesariamente, este planteamiento exige una relación de causalidad precisa entre la ejecución del proyecto, el valor del indicador y el nivel alcanzado por la variable objetivo. Por ejemplo el criterio Valor Actual Neto nos proporciona una estimación de la variación que experimentará el valor de la empresa si efectuamos una inversión, ceteris paribus.
La paradoja planteaba la posibilidad de que estos indicadores estuviesen desconectados del objetivo financiero, al menos en el caso de las inversiones en TIC. Era una posibilidad perturbadora para la teoría, pero pavorosa para cualquier gestor empresarial porque echaría por tierra cualquier intento por asignar eficientemente los recursos escasos de la empresa.
Sin embargo la racionalidad financiera no exige que las inversiones en TIC, ni ninguna otra, deban generar mejoras en la eficiencia o la productividad; tampoco exige que estos efectos deban ser inmediatos. La condición necesaria es que el valor actual de los cobros esperados sea superior al valor actual de los pagos previstos, es decir, que el proyecto induzca un aumento en el valor de la empresa a medio y largo plazo, considerando el riesgo y el coste de la financiación aplicada. Cuando adquirimos un ordenador no esperamos obtener utilidad financiera alguna, pero sí ventajas de otro tipo: poder acceder a correo electrónico y otros recursos de comunicación, modificar y reutilizar modelos en hoja de cálculo, convertir nuestras fichas en papel en una base de datos, redactar documentos con más facilidad, utilizar servicios de streaming, etc. Es bastante probable que todo esto acabe costándonos más tiempo y dinero, pero también valoramos la flexibilidad y muchas otras ventajas intangibles. De manera similar, cuando una empresa invierte en el desarrollo de un sitio web, o de una Intranet, no espera un retorno financiero inmediato: puede estar dispuesta a hacerlo solo para adquirir experiencia, para posicionarse en Internet, para empezar a construir su reputación, o para dar el primer paso de un proyecto que culminará con la apertura de un sitio transaccional en el que realizará comercio electrónico. Por supuesto debe haber efectos financieros pero la racionalidad financiera no exige que sean inmediatos, ni siquiera que sean estrictamente monetarios.
En este sentido la paradoja no es tanto una anomalía como el resultado de una interpretación sesgada, cuando no errónea, de la filosofía y los objetivos de la evaluación de inversiones. La teoría financiera ofrece múltiples modelos capaces de afrontar decisiones con varios criterios, y en los que los factores cualitativos desempeñan un papel central: AHP, Electre, e incluso la propia teoría de la utilidad multiatributo.
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